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Lengua de trapo

11 abril, 2016 Medicina General

Cuando hablo con las familias por primera vez, frecuentemente se refieren a sus hijos o hijas con expresiones como: “tiene lengua de trapo”, “no arranca a hablar”, “nosotros le entendemos pero otras personas no”, “se atasca”, “es muy tímida”, “no juega con los niños”, “confunde las letras”, “su cabeza va más rápido que su lengua”, “no para quieto”… Estas fórmulas llegan a formar parte del repertorio de un logopeda a lo largo de su ejercicio profesional. Son expresiones que uno no aprende en facultades ni diccionarios sino en el contacto día a día con padres y madres preocupados por el desarrollo social, lingüístico y comunicativo de sus pequeños.

A menudo pensamos que un poco de tiempo o incluso una pastilla milagrosa resolverá el sinuoso camino del desarrollo infantil hacia el lenguaje y la comunicación. De esta manera, obviamos la tarea preventiva de los profesionales de la salud como pediatras o logopedas. Un consejo profesional ajustado, responsable y precoz va a proporcionarnos, en muchas ocasiones, una guía simple para apoyar, favorecer o estimular la comunicación de los niños y niñas en su sentido más amplio y complejo.
Porque comunicar no es solo hablar.

Según Carmen Monsalve Clemente (2002), el proceso comunicativo implica:

• La capacidad de hacer saber a otra persona que quieres algo.
• La capacidad de contarle a alguien algo que ha sucedido.
• La capacidad de describir o narrar una experiencia vivida.

Comunicarse es, pues, mucho más que ser capaz de hablar o de unir palabras en una frase; es anterior e indispensable para ello. (…) Implica necesariamente la capacidad de reconocer la existencia y la presencia de otro ser humano.

ESTAR ATENTOS PARA ACTUAR.

Entre el nacimiento y los 2 años de edad los niños van a ir desarrollando una serie de habilidades útiles y necesarias para establecer una comunicación eficaz y organizar su lenguaje. Entre éstas, podemos destacar las siguientes:

• Mirar a los ojos.
• Señalar objetos.
• Nombrar personas o juguetes.
• Compartir juegos o cuentos con adultos o niños.
• Inventar juegos con personajes.
• Usar objetos imaginando que “son otra cosa”.
• Llevar a papá o mamá de la mano en la dirección del objeto deseado.
• Devolver la sonrisa.
• Preocuparse cuando otro llora.
• Buscar algo que ha desaparecido de su lugar habitual.

Estas conductas fácilmente observables podrán servir, por un lado, de guía a padres y madres para facilitar el crecimiento de sus hijos y, por otro, como referente del desarrollo con el fin de valorar de una forma más objetiva la necesidad de consultar a un profesional respecto a posibles necesidades de los niños.

Los logopedas tenemos la labor de promover la comunicación en todas sus vertientes (lenguaje, movimiento, voz, habilidades sociales, juego…) y el deber de contemplar a las personas en su totalidad con el fin de establecer estrategias para la intervención, ajustadas y específicas para cada una y en todos los contextos de su vida.

Para ello, la comunicación del logopeda con profesionales como psicólogos, psiquiatras, maestros, pediatras, neurólogos, otorrinolaringólogos y otros especialistas resulta imprescindible y facilita enormemente la personalización de los objetivos para la intervención.

MAMÁ Y PAPÁ MAGOS.

Amor, protección, alimento, higiene, diversión… ¿cómo es posible que las familias sean capaces de atender todos estos aspectos? Mi conclusión es que las madres y los padres hacen magia, no puede ser de otra manera. No cabe duda de que esa magia se consigue con un gran esfuerzo y que no siempre tiene los mismos resultados en el desarrollo de los niños. Es ahí cuando el recurso a un profesional ayuda a combinar, con los ingredientes que ya poseen los padres-magos, nuevas pócimas y trucos.

En relación al lenguaje, hay una serie de estrategias simples que pueden ayudar:

• Da un modelo lingüístico correcto y adaptado a la edad del niño.
• Juega imaginativamente o cuenta cuentos con él o ella.
• Nombra las cosas que hay alrededor en actividades cotidianas o excepcionales.
• Responde a las preguntas de los pequeños y formúlales otras.
• Planifica con ellos el tiempo libre.
• Inventa idiomas, enseña trabalenguas y propón adivinanzas.
• Dale pistas para resolver sus pequeños conflictos por sí mismo.
• Muéstrale tus emociones.

La colaboración y el diálogo entre familias y profesionales es una vía en la que la información y la creatividad se alían para llegar a nuevas soluciones y propuestas. A lo largo de los años, me he dado cuenta de que el ejercicio de la logopedia es más realista y eficaz en este ambiente de comunicación, siempre en combinación con una formación continua y una visión amplia de la terapia. Profesionalidad y calidad son, han sido y serán el horizonte hacia dónde dirigirnos.

…que la magia continúe.

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