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Ictus Criptogénico

8 junio, 2017 Patologías

El ictus es un trastorno repentino de la circulación sanguínea cerebral que puede alterar, de manera temporal o definitiva, las funciones del cerebro o del área del mismo a la que se circunscriba dicha falta de riego.

El ictus se clasifica en tres grupos en función de su origen: ictus isquémico, ictus hemorrágico, ictus sin clasificar.

El ictus isquémico representa el 82,6% de los casos y dentro de él se encuentra el ictus criptogénico o de etiología desconocida, que representa el 30% de todos los ictus.

Los síntomas del ictus pueden ser:

• Repentina pérdida de la sensibilidad o debilidad en la cara, en los brazos o en las piernas, especialmente en un lado del cuerpo.

• Repentina sensación de confusión, dificultad para hablar o para entender a los demás.

• Repentinos problemas visuales especialmente en un ojo.

• Repentina dificultad para caminar, pérdida del equilibrio o la coordinación.

• Repentino y fuerte dolor de cabeza sin causa conocida.

Fibrilación Auricular (FA)

La fibrilación auricular (FA) es una arritmia cardíaca caracterizada por un ritmo auricular rápido e irregular, muchas veces descrito como caótico, con una conducción irregular hacia el ventrículo. Pueden promoverla la hipertensión, enfermedades cardíacas o cirugía del corazón, alcohol, tabaco, cafeína, obesidad, enfermedades del tiroides, apnea del sueño, enfermedades pulmonares y metabólicas o edad avanzada.

La FA puede aparecer de repente y durar minutos, horas o días antes de pararse espontáneamente o en respuesta a un tratamiento. Si el tratamiento no logra detenerla la FA puede convertirse en permanente.

Es la arritmia cardíaca más frecuente en la práctica clínica. Afecta al 1-2% de la población general; su prevalencia aumenta con la edad llegando a presentarse en casi el 10% de las personas de más de 80 años.

Además es la responsable de uno de cada cinco ictus. Cada año hasta 3 millones de personas en el mundo sufren un ictus relacionado con la FA. En un individuo concreto la presencia de FA multiplica por 5 el riesgo de padecer un ictus. Además los pacientes con FA que sobreviven a un primer ictus tienen una mayor probabilidad de presentar otro ictus.

Además puede producir síntomas como palpitaciones, disnea o fatiga pero en muchas ocasiones permanece asintomática. Se estima que alrededor del 21% de los casos de FA son asintomáticos.

Aumenta el riesgo de embolia cerebral porque puede provocar la formación anormal de coágulos en las cámaras del corazón. Estos coágulos pueden salir del corazón y, viajando por los vasos sanguíneos, obstruir los vasos más pequeños de otros órganos del cuerpo (por ejemplo, el cerebro). Allí impiden el flujo de sangre rica en oxígeno y causan daño a este órgano. Asimismo es un factor de riesgo independiente y predictor de mal pronóstico en el ictus. Se calcula que en pacientes con FA no anticoagulada el riesgo de sufrir un ictus es de un 4% al año, aunque alcanza el 18-20% en grupos de mayor riesgo embólico. También es un potente predictor de un primer ictus o recurrencias y se relacionan con peor pronóstico. En general, es difícil establecer el diagnóstico de FA, lo que hace que a menudo se considere que la causa subyacente es un ictus criptogénico.

La FA se sospecha a menudo durante un examen físico pero debe ser diagnosticada siempre mediante un electrocardiograma. Si la fibrilación auricular es paroxística (aparece y desaparece de forma espontánea) la realización de un electrocardiograma podría no ser suficiente y necesitaríamos otros medios diagnósticos como un Holter, que es un electrocardiógrafo portátil que puede ser llevado durante la rutina diaria hasta 24 horas, o incluso dispositivos de mayor duración como un registrador de eventos (hasta un mes) o un Holter Reveal (hasta dos años).

El ictus criptogénico tiene comúnmente como causa subyacente una FA no detectada por los electrocardiogramas convencionales. Por esta razón, los sistemas que permiten una monitorización continua o de mayor duración de la actividad eléctrica del corazón suponen un aumento de la probabilidad de revelar FA, en aquellos pacientes que padecen ictus de etiología desconocida y, por tanto, un manejo óptimo del paciente con el objetivo de prevenir futuros ictus recurrentes.

Para decidir el tratamiento más adecuado, el especialista podría solicitar análisis de sangre, una radiografía de tórax y alguno de los siguientes exámenes: Un ecocardiograma que permite medir las partes del corazón y analizar su funcionamiento. Un ecocardiograma transesofágico en algunos casos especiales.

Para tratar la FA se pueden utilizar medicamentos, procedimientos médicos y cambios en el estilo de vida. En general, la terapia de la FA tiene los siguientes objetivos:

1. Disminuir la frecuencia cardíaca.

2. Controlar el ritmo cardíaco, restableciendo el funcionamiento normal de su marcapasos fisiológico. Esto se puede conseguir mediante fármacos, cardioversión eléctrica o en algunos casos concretos mediante procedimientos de ablación con catéter.

3. Reducir el riesgo de embolia cerebral que, sin ninguna duda, constituye la parte más importante del tratamiento de la fibrilación auricular. Se realiza mediante medicamentos antitrombóticos (warfarina, acenocumarol o anticoagulantes de acción directa) que previenen la formación de coágulos.

No todos los pacientes con fibrilación auricular tienen el mismo riesgo de embolismo, por lo que el tratamiento debe ser individualizado en cada caso.

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