Rabietas y berrinches infantiles, ¿por qué se producen y cómo gestionarlos?
19 julio, 2018 Maternidad y ginecología
Los berrinches o rabietas son muy comunes en niños sobre todo entre los 2 y 4 años, se trata de una etapa delicada en la que nuestros hijos están aprendiendo a comunicarse y a entender el entorno que les rodea. La frustración que les puede provocar no saber expresarse o no conseguir aquello que quieren pueden desembocar en una pataleta.
En este post te contamos por qué se producen y cómo debemos gestionar estos momentos.
Diferencia entre llanto y rabieta
En primer lugar debemos diferenciar entre llanto y un berrinche o rabieta. Cuando un bebé o un niño pequeño llora en forma de llanto es porque tiene alguna necesidad y esta es su forma de comunicarse o llamar nuestra atención.
El llanto se produce cuando un bebé tiene una necesidad básica, por ejemplo porque tiene hambre, frío, calor, dolor, cansancio, etc. En muchas ocasiones parece no existir un motivo por el cuál lloran y puede ser que simplemente quiera reclamar nuestra atención porque se sientan solos y es normal que quieran sentir a su madre o su padre cerca.
Las rabietas se empiezan a producir a partir del primer año y sobre todo entre los 2 y 5 años de edad. En este caso no son provocadas por una necesidad básica, sino por algún tipo de frustración debida a algo en lo que no están de acuerdo o no pueden lograr. Por ejemplo cuando no quieren comer algún alimento, cuando no quieren irse del parque, cuando quieren algún juguete y se lo negamos, etc.
¿Por qué se producen las rabietas?
En esta etapa normal de su crecimiento, el pequeño está empezando a entender las reglas del entorno que le rodean pero no conoce bien cuáles son los límites y las normas, es comprensible que tengan que aprender cuáles son estos límites y durante esta etapa de descubrimiento serán comunes las rabietas.
Suelen producirse cuando el niño está haciendo alguna cosa y le ordenamos que haga otra distinta o le interrumpimos. Por ejemplo si está jugando y es “la hora del baño”, si está en el parque y hay que volver a casa, si está viendo los dibujos y es hora de ir a dormir… Debemos entender que es una situación frustrante para ellos y que todavía no tienen la capacidad de expresar su disconformidad, por lo que su único recurso es este. Poco a poco y a partir de los 4-5 años se irán reduciendo estas rabietas ya que conocerá mejor las normas y además podrá comunicarse con más facilidad.
Cómo gestionar las rabietas infantiles
Los padres conocen mejor que nadie los motivos que pueden provocar que su hijo tenga una rabieta. Una manera de gestionar estos berrinches es evitarlos cuando no suponga un gran problema. Si sabemos que al pasar cerca de un parque querrá ir, pero no tenemos tiempo para ello, podemos escoger otra ruta.
La segunda alternativa es negociar, aunque al principio de la etapa no es un método efectivo, poco a poco y según aprenda los límites y normas que existen en su entorno se irá habituando y con el paso del tiempo aprenderá a pedirlo sin llorar ni enfadarse. Es un método efectivo a medio plazo y además le servirá para empatizar y conocer más lo que le rodea: “no podemos ir al parque porque llegaremos tarde al colegio, pero cuando salgas podremos ir”.
Darle la razón en determinadas ocasiones tampoco es malo, si quiere ir al parque y tenemos tiempo, podemos hacerlo. Aunque lo principal es enseñarle a que pida las cosas de otra forma, podemos explicarle como debe pedirnos las cosas, cómo debe expresarse o que si tiene cualquier problema siempre podrá pedirnos ayuda en lugar de enfadarse.
¿Qué debemos hacer durante una rabieta?
Empatizar y conocer los motivos de su rabieta: lo primero es comprender cuál es la razón de la rabieta, de cualquier otra forma será complicado gestionarla. Debemos demostrarles que conocemos el motivo de su rabieta y que empatizamos con su situación, para el niño es un momento de estrés alto y nuestro objetivo principal debe ser calmarlo.
No debemos gritar o enfadarnos: si queremos evitar que nuestro hijo grite y se enfade, no debemos responderle de esta forma. Hay que mantener un tono calmado y tranquilo y explicarle los motivos por los cuales no puede conseguir aquello que quiere. Podemos consolarlo y decirle cuándo será el momento adecuado para hacerlo. Debemos controlar nuestro tono y siempre hablarle a la altura de sus ojos para que en ese momento de rabia reciba nuestro mensaje. Si mostramos cariño y comprensión podemos conseguir que se calme con mayor rapidez.
Evitar ceder siempre a sus deseos: si siempre consigue lo que quiere, entenderá que su forma de lograr las cosas es a través de rabietas y enfados. Aunque cueste, hay que mantenerse firme y no ceder siempre. Si ya le hemos dado unas instrucciones y se lo hemos explicado, deberemos mantenernos firmes en esta decisión.
Cuidado con los chantajes: no hay que utilizar esta forma de negociación en la que concedemos algo a cambio de otra cosa no va a beneficiarnos, porque el niño siempre esperará una recompensa para cualquier cosa que le pidamos.
Se trata de una etapa complicada, sobre todo porque se producen escenas incómodas que nos pueden llegar a poner en un compromiso. Aunque las rabietas ocurran en un lugar público, no debemos ceder, nuestro hijo debe comprender que las rabietas no le servirán para conseguir aquello que quiere. Poco a poco según gane autonomía e independencia, el número de rabietas se verá reducido y según entienda los límites y las normas de su entorno, empezará a pedir las cosas de otra manera.
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