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La obesidad: la otra pandemia silenciosa

20 julio, 2020 Recoletas Salud

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La obesidad es una enfermedad crónica, multiorgánica, que no solo afecta a la grasa corporal, y con un componente metabólico e inflamatorio importante. Está muy relacionada con factores ambientales como la alimentación y el ejercicio físico y asociada a mayor riesgo de morbimortalidad y patologías como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, fertilidad, hipertensión, hígado graso no alcohólico, o algunos tipos de cánceres.

Castilla y León es la quinta comunidad autónoma en sobrepeso en adultos, con un 39,2% de la población (la media de España de 37%). Es más prevalente en hombres que en mujeres. Sin embargo, en cuanto a la obesidad, es la comunidad con menos porcentaje: un 13,2% de la población adulta y un 5,6 de menores de 18 años. Siendo la media de España 17% para adultos y 10% para menores. Se estima que 2,5 – 3 millones de personas mueren por complicaciones asociadas, que se podrían prevenir con una alimentación equilibrada y estilo de vida saludable.

Por eso, es fundamental incidir en la población con sobrepeso, ya que con una intervención nutricional adecuada, se puede evitar que acaben desarrollando obesidad, donde las complicaciones son más graves.

Obesidad, sobrepeso y covid-19

Investigaciones recientes revelan que la obesidad agrava el pronóstico del coronavirus, tanto en personas de edad avanzada como en menores de 60 años. Es un factor de riesgo que empeora la evolución, severidad y respuesta del virus: predispone a peor ventilación respiratoria, menor capacidad pulmonar, e inflamación crónica, asociada a un sistema inmune debilitado o alterado.

Tras un mes de confinamiento, se detectó que los hábitos alimenticios no han sido los adecuados para un buen estado de salud. Se incrementó la compra de cerveza el 86,5%, la de vino el 73,4% y las de bebidas espirituosas el 93,4% respecto al mismo periodo de 2019. También aumentó significativamente la compra de levadura, harinas, mantequilla y azúcar (para hacer repostería), así como chocolate, snacks, pizzas precocinadas y gominolas.

Además de las medidas de higiene, seguridad y distanciamiento social hay que controlar el peso, llevar una alimentación adecuada, aumentando el consumo de alimentos ricos en vitaminas y minerales, hacer ejercicio físico y restringir el alcohol y el tabaco.

Perder peso de manera adecuada

La proximidad del verano supone que muchas personas quieran perder peso rápidamente. Para ello, recurren erróneamente a productos adelgazantes, que no son eficaces a largo plazo y pueden producir efecto rebote, e incluso daño hepático si se consumen de forma regular durante mucho tiempo. También acuden a dietas muy restrictivas que además de producir efecto rebote causan deficiencias nutricionales (de vitaminas y minerales). De media, la pérdida de peso considerada saludable para mantener un buen estado nutricional se estima en 0,5 – 1 kg a la semana.

En general, la pérdida de peso brusca, descontrolada y sin supervisión profesional tiene efectos negativos sobre la salud y el metabolismo. Por eso, es muy importante que cualquier persona que quiera bajar de peso o cambiar de hábitos alimentarios acuda a un dietista-nutricionista.

La educación nutricional es la mejor forma para conseguir que los hábitos alimentarios saludables, una vez adquiridos, se mantengan a largo plazo. Cuando las personas entienden la importancia de comer bien, y aprender cómo hacerlo de manera autónoma y ordenada, se asegura que los hábitos alimentarios se mantienen en el tiempo y con ello, el peso adecuado.

Una alimentación adecuada para mantener un buen sistema inmunitario

No existe la dieta ideal para curar ninguna patología ni el coronavirus pero sí determinados nutrientes para mantener un buen sistema inmunitario y un buen estado de salud. Esto se traduce en una alimentación rica en vitaminas A, C, E B6 y B12 (presente en frutas, cereales integrales, legumbres, frutos secos huevo, carnes blancas y lácteos) y vitamina D (a través del ejercicio físico, tomando el sol o en alimentos como pescado azul, huevo, lácteos enteros, champiñones, aguacate y nueces). También son necesarios minerales como zinc, hierro y selenio, presentes en alimentos de origen animal y verduras, y el omega 3 de los pescados azules, el aguacate, y el aceite de oliva virgen.

Por el contrario, hay que evitar el consumo de alimentos ricos en azúcares y grasas de baja calidad (bollería industrial) o con mucha sal añadida (frutos secos fritos, precocinados, patatas fritas, embutidos grasos…).

En cuanto a las bebidas, evitar las azucaradas, refrescos, los batidos y zumos industriales y las bebidas alcohólicas. El agua debe de ser la bebida principal, aunque también se puede optar por cerveza sin alcohol, granizados sin azúcar o agua con gas.

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