Sí, porque el calor y la consiguiente deshidratación aumentan la concentración de glucosa en sangre. Es especialmente peligroso en personas mayores, con el reflejo de la sed inhibido, llegando en ocasiones a ser tal el grado de descompensación que se produce una situación conocida como coma hiperosmolar, que es grave y que requiere ingreso. Aunque no se tenga sed hay que beber 2 litros de agua al día.
Además de la hiperglucemia producida por la deshidratación a la que hacíamos referencia, hay que tener en cuenta que el calor influye en la absorción de las insulinas, lo que puede provocar una alteración en las cifras de glucosa. Las personas menos afectadas por esta variabilidad son las tratadas con bomba de insulina. También hay que tener en cuenta que el tratamiento de la diabetes consta de dieta, ejercicio y medicamentos. Si los dos primeros parámetros cambian por estar de vacaciones también habrá que adaptar el tratamiento farmacológico.
Como hemos comentado en las respuestas anteriores, es imprescindible beber al menos 2 litros diarios y más si se realiza actividad física importante. Aunque los ajustes del tratamiento deben individualizarse, merece la pena destacar que las bebidas isotónicas son muy adecuadas para las personas con diabetes que practican deporte, ya que a minerales y agua añaden una concentración de glucosa de 6-7 gramos por 100 ml, que encaja bien con las necesidades de estas personas. En cuanto a las insulinas, en ocasiones es preciso no sólo modificar la dosis sino también el tipo de insulina durante los meses de calor.
En la diabetes es fundamental la educación sobre todos los aspectos que conlleva el padecerla. Una persona con una buena educación diabetológica debiera estar plenamente capacitada para adaptarse al período vacacional. En particular, las personas con diabetes tipo 2 suelen tener otros factores de riesgo asociados, como sobrepeso, hipertensión, colesterol y, de media, son de edad más avanzada que los tipo 1. En ellos es más peligrosa la deshidratación a la que hacíamos referencia anteriormente. La mayor disponibilidad de tiempo libre durante las vacaciones puede facilitar la práctica de deporte, siempre y cuando no exista contraindicación y siempre que sepamos ajustar la medicación (una vez más, teniendo cuidado con la hidratación). Actividades propias del verano como paseos por la playa son beneficiosas pero sin perder de vista que el ir descalzo conlleva el riesgo de heridas en los pies, muy peligrosas en las personas con diabetes.
La inmensa mayoría de los niños tienen diabetes tipo 1. Es muy recomendable la experiencia de acudir a un campamento para niños con diabetes. Como ya se sabe que “no hay diabetes sino personas con diabetes” es muy conveniente que el especialista que lleve el caso le ajuste sus dosis de insulina para el cambio en el estilo de vida. La mayor actividad física puede favorecer episodios de hipoglucemia, así como la mayor velocidad de absorción de la insulina a causa del calor, por lo que alguien del entorno debe estar preparado para administrar glucagón por si la hipoglucemia llega a traducirse en pérdida de conocimiento aunque, afortunadamente, esto es poco habitual. Es muy normal que los niños quieran tomar helados, lo que no se les debe prohibir siempre y cuando sepan ajustar su dosis de insulina. Para ello se les debe enseñar a contar por raciones de hidratos de carbono, como a los demás tipo 1 (si son demasiado pequeños para aprender, a sus progenitores).
Aparte de las recomendaciones generales, los jóvenes suelen aprovechar para ir de fiesta, discotecas, bailar. Al igual que comentábamos para otros grupos de edad, su médico debiera ajustar sus pautas para estos días. No debe olvidarse que, contra lo que algunos creen, el alcohol induce hipoglucemia por lo que hay que tomarlo acompañado por hidratos de carbono. Si se combina con refrescos éstos no deben ser del tipo “light” sino los normales.
Al margen de las medidas habituales de cualquier viajero (vacunas, antidiarreicos,…) es importante saber adaptarse cuando se viaja de este a oeste, por los cambios en los husos horarios. En las personas con diabetes tipo 2 no suele haber problemas, pero en las tipo 1 al viajar hacia el oeste se ganan horas y hacia el este se pierden, lo que implica que deben ajustar sus pautas de insulina para esos días. Conviene llevar medicación de sobra repartida entre el equipaje del paciente y de algún acompañante por si se producen extravíos. Si no se domina el idioma del país de destino es importante contar con un buen diccionario para saber lo que se va a comer, ya que la dieta es uno de los tres pilares del tratamiento de la diabetes. Si se va por carretera hay que asegurarse de que no se presenta hipoglucemia durante el trayecto, por lo que es preferible conducir con glucemias ligeramente elevadas que bordeando la hipoglucemia. Por supuesto, si el trayecto es largo hay que hacer paradas midiendo la glucosa y teniendo a mano hidratos de carbono.
Si se viaja fuera de España, conviene informarse de los convenios de asistencia sanitaria con los países de destino. Es recomendable contar con la Tarjeta Sanitaria Europea, si se viaja a uno de los países que la aceptan. Es importante llevar un informe médico, en inglés si se va a un país no hispano-parlante. También es importante contar con un informe en inglés para aeropuertos, especificando en dicho informe que insulina, glucagón, glucómetro, tiras, agujas, material desechable para bombas de insulina, cualquier otra medicación que se necesite,… deben llevarse en cabina y no facturarse. Aparte del riesgo de perderse que implica el facturar, las bajas temperaturas del departamento de equipajes alterarían la insulina.
Conviene hacerse con una nevera para transportar la medicación. En las asociaciones de diabéticos suelen disponer de ellas a precios más económicos. La temperatura ideal para la insulina es entre 2 y 8 grados centígrados es decir, en la nevera pero lejos del congelador. La insulina en uso sí puede estar a temperatura ambiente pero con cifras rondando los 30 grados conviene protegerlas en neveritas. También debe evitarse la acción directa del sol ya que incluso a temperaturas óptimas para la insulina(por ejemplo, 5 grados) la acción solar directa puede alterarla.
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