Aunque cualquiera confía en no tener que ponerlas en práctica jamás, está bien conocer las técnicas básicas para saber cómo actuar con rapidez y auxiliar a las víctimas de un accidente de tráfico. Porque, en muchas ocasiones, un simple minuto puede resultar crucial, y solo sabiendo lo que hay que hacer se puede mantener la calma.
Los expertos recopilan todos los detalles en manuales y listados de técnicas, aunque la concreción resulta, muchas veces, la mejor arma para retener lo fundamental. Por eso, y con ayuda de Ana María Novella, presidenta de la asociación STOP Accidentes, repasamos las líneas más importantes del protocolo PAS. En sus siglas está la respuesta: proteger, avisar y socorrer.
Y como recomendación transversal, la que se adivina con tan sólo imaginar el escenario: mantener la calma.
Empezando por uno mismo: “Antes de cualquier otra acción, debemos apartarnos de la vía, ponernos el chaleco reflectante y colocar los triángulos de seguridad para alertar a los demás conductores”, comienza Novella. Es el paso previo a cualquier otra acción, pero debe cuidarse al detalle para evitar males mayores.
Inmediatamente después, hay que dar la voz de alarma llamando a los servicios de emergencia, explicándoles cuál es la ubicación exacta, describiendo ante qué nos encontramos e intentando reconstruir el suceso.
“Y todo sin perder la serenidad porque, si conseguimos estar tranquilos, podremos dominar mejor la situación”, asegura Novella, que invita a no escatimar ningún detalle y a no dejarse llevar por las ansias de que los equipos sanitarios acudan al lugar del siniestro.
“Cualquier información que nos soliciten será relevante para saber, por ejemplo, qué dotación deben enviar, por lo que no debemos apremiarles y conviene responder de forma serena a cualquier pregunta que nos formulen”, explica.
Es el más arduo, complejo y el que presenta más aristas de los tres pasos del protocolo, además de revelarse como el más sensible. Es el momento de entrar en contacto directo con la víctima del accidente, reconocerlo, acompañarlo y tranquilizarlo, tratando de ayudarle en la medida de nuestras posibilidades.
“La recomendación más habitual es no moverlo, casi bajo ninguna circunstancia. La labor fundamental en ese momento será la de transmitir la calma al accidentado, haciéndole sentir acompañado y protegido”, explica Novella.
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