El sistema inmunitario es uno de los principales sistemas de defensa del organismo contra las infecciones y otras enfermedades, ataca a los «invasores», conocidos como patógenos, y nos ayuda a mantenernos con salud.
Es una red de células (glóbulos blancos, linfocitos…) y órganos que trabajan de forma conjunta y organizada. Cuando el cuerpo detecta sustancias extrañas que lo invaden, el sistema inmunitario trabaja para reconocerlas y eliminarlas.
Está diseñado para reconocer las células del organismo como «propias» y los patógenos, como virus y bacterias, como «no propios». Este sistema falla en las enfermedades autoinmunes, donde el sistema inmunitario se «equivoca» y toma lo propio como ajeno, dirigiendo su ataque contra los órganos y tejidos propios sanos. Esto ocurre en enfermedades como la tiroiditis de Hashimoto, donde el sistema inmunitario ataca las células de la tiroides terminando por destruir esta, o en el caso de la diabetes mellitus tipo I, donde el sistema inmunitario ataca las células beta del páncreas hasta destruirlas, evitando así la producción de insulina.
Generalmente, son enfermedades crónicas y algunas cursan con periodos de brote-remisión, ocurre así en el caso del lupus.
Afectan hasta un 7% de la población y la Organización Mundial de la Salud (OMS) describe más de 80%. El origen de estas es todavía desconocido pero se hipotetiza que puede deberse a la combinación de factores como:
Algunas de las más habituales son: celiaquía, artritis reumatoide, colitis ulcerosa, diabetes mellitus tipo 1, enfermedad de Crohn, esclerosis múltiple, psoriasis, tiroiditis de Hashimoto…
Las enfermedades de origen autoinmune están relacionadas entre sí y existe mayor prevalencia de otra enfermedad autoinmune, si ya tienes alguna diagnosticada (por ejemplo, existe gran relación y prevalencia entre celiaquía e hipotiroidismo). También tienen un gran componente hereditario.
La nutrición no tiene potencial curativo en las enfermedades autoinmunes, sin embargo, potenciar el sistema inmunitario y fomentar un adecuado estatus nutricional, podrá optimizar la función inmunitaria para hacer frente a dichas enfermedades, reduciendo y atenuando la sintomatología con la que cursen, la cual variará en función del tipo de patología autoinmune, es decir, estaríamos formando un buen ejército para que nos defienda lo mejor posible.
De este modo, una buena alimentación que evite procesados y alcohol, y potencie frutas, verduras, legumbres y proteínas y grasa saludables, podría ayudar a evitar brotes y mantener a raya la enfermedad.
No obstante, hay ciertos nutrientes que pueden ayudar de forma más específica a mejorar el sistema inmune, o alimentos ricos en sustancias que han demostrado potencial antiinflamatorio:
En algunas patologías autoinmunes se ha observado remisión de síntomas al retirar algún «antígeno» de la dieta como el gluten, por zonulina o lácteos por la proteína de la leche.
No podemos afirmar que todo el mundo deba retirar el gluten y los lácteos de su alimentación, sin embargo, si sospechamos que podría referirse una mejora a nivel de síntomas, podría planificarse una reducción de estos alimentos y valorar la evolución y el resultado, idealmente bajo supervisión de un dietista-nutricionista.
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