Los síntomas de una reacción alérgica son muchas veces inconfundibles, pero lo que no siempre está tan claro a simple vista son qué los ha causado. Debido a que cada reacción alérgica la provoca una sustancia específica, el principal objetivo del diagnóstico es identificarla entre la larga lista de alérgenos. Casi como en una novela de detectives, los médicos deben usar la deducción para ir descartando posibles sospechosos e identificar al “culpable” de la reacción alérgica.
Antes de cualquier prueba médica, el alergólogo hablará con el paciente acerca de su historia clínica. Cuáles son sus hábitos y qué medicamentos toma, en qué épocas del año y en qué contexto aparecen sus síntomas, antecedentes familiares, etc. Con ello se pretende averiguar a qué posibles alérgenos está expuesto en su vida diaria.
Después, debe probar sus hipótesis en el paciente. Para ello cuenta con tres tipos de test: las pruebas en la piel, en la sangre y las pruebas de provocación.
Pruebas en la piel
Fáciles, baratas y rápidas de hacer, las pruebas en la piel son el procedimiento más utilizado a la hora de identificar alergias. En estas pruebas se intenta reproducir a pequeña escala en la piel del paciente la inflamación característica de las alergias. En función de los posibles “sospechosos”, el médico introducirá cantidades mínimas de alérgenos en la piel del paciente y observará si en la piel aparecen eccemas. Si es el caso, es muy probable que se haya descubierto el responsable de sus síntomas.
Pruebas en la sangre
Las pruebas sanguíneas pretenden identificar qué anticuerpos (las proteínas que segrega nuestro organismo cuando “se confunde” y considera que nuestros tejidos sanos son sustancias dañinas) hay en la sangre de la persona que padece la alergia.
Pruebas de provocación
En algunas (muy pocas) ocasiones, se administran directamente al paciente cantidades progresivamente mayores de un alérgeno, mientras un médico observa si aparecen los síntomas de una reacción alérgica. Se utilizan sobre todo en ensayos clínicos dentro de proyectos de investigación, pero pueden llegar a usarse también para diagnosticar a algunos pacientes que no pueden someterse a las demás pruebas o que no han sido concluyentes.
Se suelen utilizar medicamentos de distintos tipos, estos son alguno de ellos:
A pesar de que podemos comprar estos medicamentos sin receta, debemos hablar con nuestro médico para que, en función de su experiencia, podamos adquirir los aquellos que mejor se adapten a nuestras necesidades y sean lo más eficaces posibles.
No debemos obviar que algunos de estos medicamentos, sobre todo los antihistamínicos, producen somnolencia, por lo que hay que tener un especial cuidado cuando los utilizamos durante el día.
Si este tipo de medicamentos no pueden aliviar los síntomas que aparecen en la alergia primaveral, el médico especialista puede prescribir un tratamiento más avanzado, basado en el uso de vacunas para la alergia o in tratamiento de inmunoterapia sublingual/oral. Las vacunas antialérgicas exponen a nuestro cuerpo a unas concentraciones que van progresando a medida que avanza el tratamiento hasta que consigue hacernos tolerantes al alérgeno en cuestión.
Este tipo de medicamentos pueden aliviar y mejorar los síntomas de la alergia primaveral durante más tiempo que el resto de medicamentos, a pesar de que en determinadas ocasiones puede darse la circunstancia de que el tratamiento de la alergia con vacuna no son efectivos en todas las personas que lo utilizan.
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